4 de noviembre de 2011

Tweet ma non troppo

Éste era David Markson, que es el señor a quien traduzco en estos días. La novela que estoy traduciendo se llama Reader's Block y está escrita con un sistema de apuntes, casi anotaciones hechas en libretas u hojas sueltas a medida que se vive y se lee y se especula sobre qué y cómo escribir. A veces pone nombres sueltos, nomás, o nombres encadenados, o partes de citas no se sabe de quién, así que hay mucho gugleo en esta traducción y así también voy recogiendo frutos inesperados. Algo que me llama mucho la atención de este libro es que permanentemente imagino estar ante posteos de Facebook o, más todavía, de Twitter. Claro que por acumulación y una sutil manera de entretejer, estas notas sueltas no están finalmente nada sueltas y después de un rato se empieza a ver el dibujo en el tapiz. 
Y además pienso que a Markson no le habría hecho ninguna gracia mi apreciación sobre Twitter y Facebook. Fue algo así como un escritor de escritores y no me lo imagino posteando absolutamente nada. Casi supongo que debía escribir a mano.
Murió el año pasado.
Copio algunas partecitas sabrosas:

   "San Agustín dijo que su primer maestro fue también la primera persona que había visto en su vida capaz de leer sin mover los labios.

(...)


   A pesar de décadas de autoanálisis, Freud siempre sintió tanto temor a perder los trenes que llegaba a la estación hasta una hora antes del horario de partida.

(...)

   Sartor Resartus de Carlyle fue mordazmente maltratado por los críticos. Cuando se hizo famoso, Carlyle lo hizo reeditar. E incluyó las reseñas como apéndice.

(...)

   No puedo ni pronunciar esa inmundicia.
   Dijo Wallace Stevens de la palabra útero en un poema.

(...)

   Hölderlin estuvo loco, si bien de modo inofensivo, por más de treinta y cinco años. Con frecuencia improvisaba al piano extrañas melodías durante horas, o cantaba en lo que parecía una combinación indescifrable de latín, griego y alemán.

   Nietzsche tocaba el piano sin parar en sus propios nueve años de locura. Una vez, por lo menos, con los codos.

(...)

   Mary Shelley tenía diecinueve años cuando terminó Frankenstein.


(..)

   Nuestra vida no es más que una batalla y una estadía en tierra extraña.
   Dijo Marco Aurelio.

(...)

   Henry James tomó clases pagas para aprender a andar en bicicleta.  

(...)

    ¿Ha sido convincentemente demostrado que Silvia Plath no esperaba que su suicidio fuera un éxito?

(...)

   Eliot fue virgen hasta que se casó a los veintiséis.
   Y posiblemente de allí en adelante."

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